Olivia Paredes
De acuerdo con los últimos estudios realizados alrededor de la mina de cobre y la zona agrícola en el sur de Sonora, son los niños, trabajadores agrícolas y ladrilleros son las personas más afectadas por la exposición constante a metales pesados y plaguicidas, expuso la académica Ana Paola Balderrama Carmona.
Durante su participación en el primer Foro de Divulgación en Ciencias de la Salud y Nanotecnología que se lleva a cabo en la Unidad Regional Sur (URS), la investigadora adscrita a la División de Ciencias e Ingeniería detalló que el metal con mayor presencia alrededor de la mina es el arsénico; mientras que en el Valle del Mayo las afectaciones a la salud se producen principalmente por el uso de glifosato, herbicida mejor conocido como Faena.
“En el sur de Sonora se hizo una evaluación de riesgo a la salud por consumo del principal pez que se da en la presa de El Mocúzarit; también el agua de grifo, la superficial y sedimentos que sabemos que se encuentra muy cerca de la mina de cobre. Cabe destacar que la presa alimenta a la mayoría de los drenes y canales de irrigación del valle, entonces esa es la importancia de irnos desde el punto de origen.
“Tuvimos varios puntos de muestreo, tratamos de irnos a las partes con posibles derrames, en comunidades más cercanas que son Conicarit y Piedras Verdes; encontramos que el metal pesado con mayor concentración por arriba de los límites es el arsénico, principalmente en la tilapia, sedimentos, agua superficial donde sus posibles efectos son por contacto dérmico y a quien afecta más es a los niños”, explicó.
La docente del Departamento de Ciencias Químico Biológicas y Agropecuarias del campus Navojoa precisó que los seres humanos requieren algunos mentales para vivir, como el calcio, magnesio y zinc; sin embargo, también están presentes en el cuerpo otros que son tóxicos y no deberían estar presentes en el organismo, como el arsénico y el plomo.
“¿Y qué pasa con eso metales potencialmente tóxicos?, van a estar afectando quizás muy lentamente a todas las células, a los procesos bioquímicos y metabólicos dentro de nuestro cuerpo, y sí se están produciendo muy específicamente en el ser humano bastantes patologías. Dentro de los problemas de salud por la exposición a metales pesados vemos enfermedades del riñón, asociadas a las vías respiratorias e incluso Alzhéimer.
“Se generan desórdenes neurológicos, en general problemas cardiovasculares; y algo muy importante que se está viendo es que hay un problema con cada uno de los metales, pero las mezclas de varios de ellos producen todavía mayores riesgos que uno solo de ellos”, subrayó la investigadora.
Precisó que en el caso de los plaguicidas la problemática no es solo a nivel regional, sino a nivel mundial derivado del crecimiento de la población, situación que obliga a la agroindustria a producir cada vez más; el uso desmedido puede generar problemas de contaminación en el agua, suelo, aire y en los productos que se consumen cada día.
“Se empezó a investigar el glifosato en la región del mayo porque a nivel internacional es uno de los más vendidos y se dice que es un producto que se puede degradar; según todos los agricultores y personas del campo que conocí durante esta investigación, comentaban que era algo inofensivo, incluso muchos no utilizaban equipo de protección personal para su aplicación”, describió.
Balderrama Carmona enfatizó que desde 2017, la agencia de investigación en cáncer aseguró que probablemente era una sustancia cancerígena, que puede permanecer de dos a 197 días en el suelo, e incluso hasta tres años.
“En la región se aplicaba hasta 45 veces al año, hasta 10 toneladas de este herbicida; también encontramos concentraciones en Sonora bastantes altas de ácido aminometilfosfónico en el suelo; las personas con mayor riesgo son quienes están en constante exposición y los principales daños a la salud son trastornos neuroconductuales, implicado esto a la tendencia de suicidios. Además de problemas de memoria, cognitivos, Alzhéimer y Parkinson.
“En el valle del mayo las más afectadas son las personas en extrema pobreza, que se encuentran en poblaciones pequeñas, son las que realmente sufren más los impactos por plaguicidas; y vemos que además de los trabajadores agrícolas, los ladrilleros tuvieron índice de riesgo más alto, pues es una de las ocupaciones más constantes y utilizan la misma agua de drenes para hacer sus ladrillos”, concluyó.